Hace semanas que ronda una idea en mi cabeza. Para alguien acostumbrado a la introspección, que ha hecho de la reflexión de la experiencia un modelo de aprendizaje, no es ajeno realizar diarios de aprendizaje.

A veces el universo conspira a tu favor, o como yo prefiero pensar tú conspiras proactivamente para que surjan oportunidades, escuchas atentamente los mensajes que encierra cada acción y resultado, creas con intención y propósito y aprendes a fluir con la vida. Y esto es lo que me ha ocurrido en esta última semana de confinamiento.

Todo comenzó con la lectura de un artículo en El País sobre como lidian los astronautas y científicos polares con el aislamiento. Durante décadas, diversos especialistas han estudiado la salud mental de estas personas que viven en situaciones extremas durante largos periodos de tiempo, y como señala el artículo ahora sus lecciones son útiles para todo el planeta, con millones de personas encerradas en sus casas por la pandemia. Según Larry Palinkas, psicólogo de la Universidad del Sur de California citado en el artículo, no todas las personas puedes adaptarse fácilmente a esta situación de aislamiento y convivencia en espacios reducidos. Los síntomas más comunes en estos casos incluyen trastornos del sueño, deterioro del rendimiento cognitivo, emociones negativas y tensión interpersonal y conflicto.

De todas las herramientas que pueden ser útiles en estas situaciones, citadas en el artículo, captó mi atención aquella que ya estaba en mi mente: escribir un diario, porque proporciona una válvula de escape para expresar las emociones y sensaciones, además sirve para ocupar nuestro tiempo y evitar el aburrimiento y la apatía, además de concentrar nuestra atención impidiendo que lo hagamos en el futuro incierto, la negatividad y otros factores que incrementa nuestro malestar.

En el artículo se cuenta el caso de Diego Urbina, uno de los tripulantes de Mars 500, querecomendaba hace unos días escribir cartas o emails en lugar de redes sociales: “Escribir mensajes largos y cartas ayuda a reflexionar, a hacer introspección y permite un contacto humano más profundo que el que podemos tener hoy a través de WhatsApp”. Escribir un diario nos ayuda a reflexionar, facilita un reencuadre de las experiencias, impulsa el aprendizaje y nos aporta una sensación de sentido y utilidad de este tiempo, que muchos consideran una anormalidad y una pérdida en sus vidas.

El segundo encuentro con la inspiración vino de la mano de los participantes en el 3º Encuentro de Mentoring Grupal by Escuela de Mentoring «Conversaciones con Propósito», que mantuvimos el pasado 10 de Abril bajo el lema #Gestión Emocional del Regreso. Durante el mismo se repitió de forma recurrente la misma idea: tenemos que saber aprovechar todos los aprendizajes que nos está dando este confinamiento para desarrollar nuevas competencias que nos sirvan para afrontar el futuro que viene; tenemos que aprovechar este tiempo para la reflexión, para conocernos mejor, para conectar con nuestros valores y con nuestro propósito y construir una nueva forma de vivir; tenemos que saber sostener los aprendizajes de este momento en el futuro para poder crecer como personas y como sociedad.

El sábado me puse manos a la obra toda la mañana. La idea del diario de aprendizaje ya estaba desarrollada en la libreta, que he abierto para registrar y desarrollar todas las ideas que me están surgiendo durante el confinamiento, pero todos sabemos que de la idea a la realidad hay una brecha enorme que solo se cierra con esfuerzo, trabajo y más esfuerzo. Las reflexiones del encuentro de mentoring grupal fueron la chispa que conecto con mi propósito: crear herramientas que sirva para gestionar mejor estos momentos y a la vez sean una inversión de aprendizaje y recursos para el futuro. 

Ayer mismo termine el diseño del diario al que he llamado «Bitácora del Confinamiento. Una brújula para el futuro», pero antes de lanzarlo lo he dejado reposar. Me gusta hacerlo, porque el distanciamiento emocional con la obra creada es importante para la objetividad y, en mi caso particular, para revisar los detalles que se me suelen escapar con bastante facilidad. Tengo metaprograma general. Además, en mi enfoque de fluir con la vida, dejar reposar sirve también para que lleguen nuevas ideas, nuevas posibilidades que mejoran la idea inicial o simplemente la refuerzan porque la dotan de más sentido.

Y así fue, hoy por la mañana surgió el tercer momento clave para que la herramienta viera la luz. El primer mensaje llegó de la mano del filósofo británico John Gray: «Una ventaja de la cuarentena es que se puede utilizar para renovar las ideas. Hacer limpieza mental y pensar cómo vivir en un mundo alterado es la tarea que nos corresponde ahora. Para quienes no estamos sirviendo en primera línea, esto debería bastarnos mientras dure el confinamiento.» Quizás reflexionar y aprender de esta experiencia sea nuestra mejor contribución al mundo en estos momentos, no sabemos cuando nos tocará estar en primera línea y conviene que nos coja preparados.

El segundo momento fue la lectura de la entrevista realizada a Edgar Morin, el filósofo francés autor de la Teoría de la Complejidad» : «Tenemos una conciencia dividida en compartimentos estancos, incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e inadecuada para enfrentar de manera concreta los problemas del presente. Nuestros estudiantes no aprenden a medirse con los grandes desafíos existenciales, tampoco con la complejidad y la incertidumbre de una realidad en constante mutación. Me parece importante prepararse para entender las interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede provocar una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y, por último, existencial. El papel de la enseñanza es sobre todo lo de problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad, cultivando la reflexión crítica.  El virus ha conseguido hacer explotar también los límites de la rapidez. El confinamiento en nuestras casas nos ha ayudado a redescubrir la importancia de la lentitud para reflexionar, para entender, para cultivar los afectos. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración. Ahora, con mayor conciencia, me estoy (nos estamos) reapropiando del tiempo. Bergson había entendido bien la diferencia entre el tiempo vivido (el interior) y el tiempo cronometrado (el exterior). Reconquistar el tiempo interior es un desafío político, pero también ético y existencial.»

Para mi el mensaje, que me estaba persiguiendo durante estos días, era claro: crear algo para aprovechar este tiempo de desaceleración, ayudando a generar reflexión y aprendizaje que lo doten de significado y sentido y que sea una herramienta para el futuro. El resultado te lo puedes descargar aquí: BITACORA DEL CONFINAMIENTO. Una brújula para el futuro.

Se trata de un diario que puedes imprimir y utilizar para reflexionar sobre las semanas que ya han pasado y sobre las que quedan por venir. Puedes adaptarlo a tu estilo y necesidades, ampliarlo, compartirlo. Cuando todo esto pase, te invitaría a que lo volvieras a leer para sostener los aprendizajes y trasladarlos al nuevo presente. Una parte importante de nosotros se está revelando en esta situación anómala y podemos aprender mucho de ella para crecer como personas.

Me encantaría que me dejaras un comentario sobre tu experiencia con el diario. Mi deseo es que lo disfrutes y aprendas.