Contemplar es acercarte suavemente, sin prisas, sin presiones, sin agobios a lo profundo, a lo sutil, a lo verdadero, a lo bello. Contemplar es descubrir un mundo nuevo en el mundo que te rodea día a día. Contemplar requiere desapego del ego, del entendimiento, del pasado, del futuro, de los «por ques»; requiere conectar con nuestra alma, con nuestra esencia, con nuestra verdad y sabiduría interior.
Contemplar supone abrazar el silencio, entregarse al fluir de la vida, y dejarse sorprender por lo que llega sin aferrarse a ello. Contemplar también requiere la valentía de enfrentarnos cara a cara con nuestras verdades más profundas, esas que desatan temores y deseos que hemos estado callando con el ruido de la actividad, la sobre-estimulación, el cambio constante, el diálogo interior, las conversaciones vacías, y todo un murmullo de voces, cuya única misión es alejarnos de escucharnos y observarnos en profundidad.
Contemplar es necesario para desarrollar nuestra inteligencia espiritual, esa capacidad de conectar y realizar todo aquello que nos da nuestra energía vital: valores, propósito, sueños, fortaleza. Esta es la inteligencia que nos permite afrontar y resolver problemas de significados y valores, poner nuestros actos y nuestras vidas en un contexto más amplio, más rico y significativo, determinar que un curso de acción o un camino vital es más valioso que otro, encontrar un sentido profundo a la vida y permanecer alineado con los principios vitales. Contemplar en fluir con la vida y sentir que eres parte de ella, y ella parte de ti.
Contemplar nos permite vaciarnos de prejuicios, de emociones negativas, de pensamientos recurrentes, que no nos deja ver más allá, sentir en mayor profundidad, conectarnos con todo lo que nos rodea y, desde ahí, conversar con la vida y hacerle preguntas, dejando que sus respuestas nos visiten cuando sea el momento de acogerlas.
“La contemplación es la convergencia de la vida, el conocimiento, la libertad y el amor.” Thomas Merton.
Al contemplar podemos tomar distancia de la realidad que habitamos, pero también de nosotros mismos. La distancia es el único modo de comprender realmente algo. Para poder valorar la calidad de un vínculo, de una relación, de una amistad, es esencial tomar distancia y, luego, desde la contención de las pasiones y las emociones, valorar con ecuanimidad. Contemplando distinguimos pero transcendemos a las clasificaciones, las diferencias y las categorías, somos capaces de integrarlas y esto nos permite estar en el mundo re-contextualizándolo y re-dimensionándolo, vivir en él pero no estar sometido a él, fluir con él porque lo dotamos de sentido y significado constantemente. Cuando vivimos contemplando tenemos la capacidad de distinguir el personaje del ser, la representación de la esencia. Sabemos quienes somos, quienes podemos ser, quienes estamos siendo y para qué. Contemplamos nuestros diferentes roles en la vida como a los actores de una obra de teatro, somos espectadores y disfrutamos de ellos sin confundirnos, y sabiendo que cuando acaba la función quien se va a casa con nosotros es nuestra esencia, y esto aporta mayor claridad y serenidad a nuestra estancia en la vida.
Contemplar nos permite vivir cada instante como si fuera la primera vez, con mentalidad de principiante, dejándonos sorprender, deleitándonos con la experiencia, sin intención de buscar nada ni lograr nada en concreto, simplemente acogiendo lo que pueda llegar. Contemplando podemos descubrir lo extraordinario en lo cotidiano, la belleza de las pequeñas cosas, la grandeza en la simplicidad, y esto nos conecta con la inspiración y nos eleva.
La contemplación no pretende acumular conocimiento, a lo sumo quiere encontrarse con la sabiduría, ese saber que te da la guía para ser feliz, para ser ecuánime, para vivir en equilibrio y armonía, para lograr la plenitud.
En nuestro día a día deberíamos incorporar una dieta contemplativa, en la que haya tiempos y espacios para simplemente estar, sin pensar, sin hacer, sin preocupaciones, sin tiempos. Pasear sin rumbo, sin destino y sin tiempo; mirar sin buscar; estar sin hacer; recogerse en el silencio. Cuando contemplamos podemos descubrir un nuevo brillo en esa persona que lleva años a nuestro lado, un nuevo sentido al trabajo que cada día realizamos, un nuevo color en la ciudad que cada día transitamos, una nueva emoción e ilusión en nuestras vidas. La contemplación es fuente de amor, de amor por la vida, por uno mismo y por los otros, y un amor que renace cada día porque cada día se redescubre, renueva sus votos, y se dota de significado.
Como cada año me retiro durante varias semanas del ajetreo de la vida, para dedicar mi tiempo y mi espacio a contemplar, para dejarme ir, para experimentar otras sensaciones, para descubrir nuevos mundos en mi, para hacerle preguntas a la vida y dejar que me lleguen las respuestas. Me retiro para darle aliento al alma y renovar mi pacto de amor con la vida.
Te espero a la vuelta de esta parada en el camino, en Septiembre me asomaré de nuevo por los balcones de mi blog. Espero seguir contando con tus visitas.
Hermosa verdad que para muchos son fantasmas que no pueden sentir
Muchas gracias por visitar mi blog Leticia y por dejar tu comentario. Me alegro de que te haya gustado el artículo.
Un saludo