¿Te imaginas una lucha entre una pulga y un elefante? Sí, a parte de ser una batalla perdida que no te llevará a ganar ninguna guerra, es una lucha agotadora y desgastante. La misma lucha que todos los días peleamos, sin ser conscientes de ello, entre lo que realmente queremos conseguir y lo que nuestras creencias limitantes nos dejan.

Supongo que a estas alturas todos conocemos la metáfora del iceberg y la mente. Habremos escuchado muchas veces que nuestra mente es un como un iceberg, donde lo que realmente controlamos y somos capaces de ver, nuestra mente consciente, es una parte muy ínfima de la totalidad. Que abajo de la superficie hay un mundo inabarcable de emociones reprimidas, impulsores de la personalidad, miedos, creencia ilimitantes, trampas mentales, prejuicios, y otras malezas como diría Sócrates. Que ese territorio subterráneo es nuestra mente inconsciente, la que coje el timón de nuestra vida sin avisar, en muchas ocasiones. La responsable de esas decisiones, esas acciones y esos resultados, que a veces no entendemos.

Ahora te invito a pensar en esa zona subterránea del iceberg como si fuera un elefante, y en la punta del iceberg como si fuera una pulga montada en un elefante. ¿Te imaginas quien va a decidir realmente hacia donde ir?  Por muy fastidiosa e insistente que se ponga la pulga con órdenes, indicaciones, argumentos, contrargumentos, poniendo toda su pasión, energía, pensamiento positivo, y lo que pueda caber en el cuerpecito de una pulga, la fuerza del elefante es difícilmente superable.

Para que te hagas una idea de la magnitud de la lucha, según George Miller, la mente consciente (nuestra pulga) lanza un promedio de 20 a 40 disparos neuronales por segundo (corrientes de información que viajan por nuestro cuerpo para responder a los estímulos exteriores). La mente inconsciente (nuestro elefante) lanza de 20 a 40 millones de disparos por segundo, por lo que con este desequilibrio de artillería las opciones de victoria son muy limitadas.

Las creencias limitantes viven agazapadas en los surcos profundos de nuestra mente inconsciente y se disparan a la velocidad de la luz cada vez que un acontecimiento externo (una palabra, un gesto, una persona, un comentario, un resultado, un comportamiento) las despierta. Porque aunque habitan en las profundidades no están dormidas, sino en situación de vigilia permanente. Se ponen en movimiento con cada vibración exterior que las hace resonar.

En la mayor parte de los casos, ni sabemos cuando se instalaron allí porque seguro fue hace mucho tiempo (de niños, en la adolescencia, incluso más mayores), no sabemos como se llaman y no sabemos que las hace despertar. Son limitantes porque están en conflicto con nuestros deseos, objetivos, metas y valores conscientes.

Puede ser que un día cuando tenías 7 años tu padre te prometió ir a verte jugar en un partido de fútbol muy importante para ti, y se perdió tu gol porque no pudo ir, ya que le surgió un imprevisto importante en el trabajo. Y sí, hoy lo vemos como una tontería y lo entendemos perfectamente desde nuestra mente racional, pero cuando tenías 7 años tu elefante, que ya era muy grande, lo vivió como una traición, una decepción, un abandono, una desilusión imperdonable de la persona en la que más confiabas. Y tu elefante con toda su fuerza decidió que «no se puede confiar en la gente porque tarde o temprano te fallan» y te lo creíste, porque quién es una pulga para contradecir a un elefante.

Y ahora viene lo mejor, hoy con treinta y tantos o más, eres líder de un proyecto en el que dependes de mucha gente, como todos los líderes, y te cargas de más y más trabajo que tienen que hacer otros. Y todos los días tu pulga se repite voy a delegar más, voy a exigir que cada uno asuma sus responsabilidades, pero tu elefante decide seguir sin delegar y haciendo el trabajo de los demás. Y seguro que tu pulga para justificar ese comportamiento te dice cosas como que sin ti el equipo esta perdido, que como tu no lo hace nadie igual de bien o de rápido, la gente es una irresponsable, incompetente, etc, etc, etc.

Y sientes que no disfrutas del trabajo porque además de la sobrecarga laboral, estas en situación de alerta permanente pensando en quién te va a fallar, y sometes a tu equipo a un control tan férreo que anulas su capacidad de pensar, de decidir, de actuar, contagiandoles el miedo a fallar, que realmente es tu miedo, el de tu elefante. Y un día, como no podía ser de otro modo, alguien del equipo no entrega algo a tiempo, el  elefante se traga a la pulga, y desata toda su furia contra el mundo, la que quedo atrapada el día que marcaste tu histórico gol y tu padre no pudo verlo.

Creencias limitantes: la lucha de la pulga y el elefante

Creencias limitantes: la lucha de la pulga y el elefante

Así nace, se reproduce y actúa una creencia limitante. Así lo explican muy bien con la metáfora de la pulga y el elefante, los psicólogos George Pratt y Peter Lambrou en su libro El Código de la Felicidad. La mente inconsciente funciona principalmente por asociación, prestando atención a la resonancia emocional. Cuando tenemos una experiencia en el presente, nuestra mente consciente busca automáticamente experiencias del pasado que le resuenan a lo mismo. ¿Estas empezando a comprender lo que te pasa con algunas personas, tu actitud hacia ellas, tu comportamiento? ¿Qué te resuena dentro cuando estas frente a ellas? ¿Cuanto es realidad presente y cuanto suposición pasada?

La asociación entre la experiencia presente y pasada pocas veces pasa al consciente, por lo que nuestra acción, nuestra respuesta al presente es elegida de forma inconsciente, porque como ya te he contado nuestro elefante es más rápido y fuerte que nuestra pulga. Y el problema es que muchas de nuestras experiencias pasadas se alojaron en nuestra mente inconsciente de una forma adulterada, no tal y como realmente fueron, sino tal y como las interpretamos nosotros, con la carga emocional y valorativa que les imprimimos.

Y es esa misma emoción y carga valorativa del pasado la que derramamos sin consciencia en la experiencia presente, aunque sean dos situaciones totalmente distintas (no es el mismo tiempo, las mismas personas, el mismo contexto y los mismos hechos). La descarga de ira contra el mundo por el fallo de un miembro del equipo, le ha ganado la batalla a la posibilidad de averiguar que paso realmente para que se produjera el incumplimiento de entrega, que parte de responsabilidad previa tienes tu sobrecargando con controles y desconfianza al equipo, si es un fallo insalvable o no, etc.

Algunos te recomendarán que cambies tu actitud, que empieces a confiar más en los demás, te dirán que utilices el pensamiento positivo para ello, que te repitas todos los días a todas horas «se puede confiar en la gente» «a la gente hay que darles la oportunidad de confiar en ello» «cuando confías la gente trabaja mejor». Si muy bonito todo, y verdad también, pero como dicen George Pratt y Peter Lambrou, la fuerza del pensamiento positivo, es la fuerza de la pulga luchando contra el elefante, no es suficiente para cambiar las cosas y puede llegar a suponer un ingente consumo de energía.

Supongo que te estarás preguntando ¿qué puede hacer la pulga con el elefante? Te cuento algunas cosas:

1.- Averigua en que cree tu elefante. Descubre cual es la creencia limitante por la que se guia tu elefante:

– No estoy a salvo, el mundo es peligroso. Ten cuidado

– No valgo nada o no valgo lo suficiente, no puedo conseguir lo que quiero, los demás son mejores, tengo que esforzarme por ser perfecto.

– Estoy indefenso, las cosas escapan a mi control, no puedo hacer nada, soy una víctima. Necesito que me salven

– No merezco que me quieran, no soy soy lo bastante buena por eso me abandonan

– No puedo confiar en nadie porque siempre me acaban fallando

– Soy malo, hay algo en mi que no funciona, que no está bien. Estropeó las cosas

– Estoy solo, siento que no pertenezco a este mundo, que no me entienden, que soy distinto, que no conecto

Cada uno de nosotros se guia por una o dos, tres como máximo, a veces actúan combinadamente. Indaga en acontecimientos pasados, aparentemente sin importancia, principalmente en tu infancia, que te resuenen emocionalmente a una de estas creencias.

2.- Intenta comprender a tu elefante, como se sintió, que necesitaba y no tuvo, no le juzgues. Piensa ahora en un pasado más reciente, en situaciones que asocies con las creencias detectadas. Haz una nueva lectura de las mismas, volviendo a entender a tu elefante.

Determina claramente que necesita tu elefante, que esta pidiendo a gritos cada vez que aparece la creencia, y pídele a tu pulga, no a la de otros que se lo de. A veces sencillos ejercicios de respiración pueden servirle a la pulga para calmar al elefante, para darle luego lo que necesita y que pueda caminar en la dirección que quiere la pulga.

3.- Escribe en un papel cada una de tus creencias limitantes, como te hacen sentir que no te gusta, que te impulsan a hacer que no quieres. Léelo y si no quieres que siga formando parte de tu vida, estruja ese papel y tíralo a una palera, una que no este en tu hábitat diario, y míralo dentro porque lo has echado de tu vida. Alejate lentamente de la papelera mirando como va quedando atrás.

4.- Visualiza como será tu vida si esas creencias limitantes, siéntelo y escucha lo que te dicen. Mantén esa imagen viva en tu mente. Asociarla a un símbolo, y si puedes haz un collage de imágenes con fotografías de revista para recordártela.

5.- Por la noche, antes justo de apagar la luz para dormirte, escribe en una hoja o en una libreta, que tendrás siempre cerca en tu habitación, las nuevas creencias que quieres que formen parte de tu vida y que cuestionan y contradicen las que abandonaste en a la papelera.

Por ejemplo, si tu creencia limitante es «soy malo, algo falla en mi». Tu creencia potenciadora puede ser «aporto cosas buenas a todas las personas que conozco» y acompáñala de una lista con ejemplos concretos y claros de esas cosas buenas que aportas.

Revisa esta lista todos los días al acostarte y al levantarte durante 30 días, y luego todas las veces que creas necesario, que dudes, que estés de bajón.

Estos 5 pasos te pueden ayudar, si bien yo te invito a que hagas todo el trabajo que se plantea en el libro El Código de la Felicidad. Eso si hazlo con responsabilidad, si no te sientes anímica, emocionalmente o psicológicamente fuerte es mejor que pidas ayuda para hacer este proceso, a un COACH o un psicológico, según las necesidades de tu caso. Remover experiencias y creencias del pasado puede ser muy liberador si se esta preparado para afrontarlo o gestionarlo, pero también puede abrir grietas de profundo dolor que necesitarán ayuda profesional para cerrarlas.

Lo se porque yo he pasado sola este proceso apenas hace una semana y es duro, muy duro, y doloroso. Lo hice por ser consciente de que estaba preparada para ello, otras veces he pedido ayuda por saber que sola no podía. Lo que si te puedo decir es que bien hecho y en el momento adecuado es liberador, gratificante y estimulante. Te da otra perspectiva de las cosas, te ayuda a crecer y te hace más fuerte y mejor.

Como siempre, si hay algo que quieras compartir conmigo, ya sabes donde encontrarme.