El optimismo es uno de los componentes del capital psicológico de una persona, y ese capital es un factor clave en el desarrollo del talento y un excelente predictor del éxito personal y profesional.

El OPTIMISMO es una característica cognitiva que genera una expectativa generalizada de resultados positivos. Las expectativas positivas influyen en la motivación, la perseverancia y el logro, pues quien no espera obtener un resultado positivo no tiene motivación para iniciar una tarea y perseverar en ella.

Para cualquier persona y organización es fundamental desarrollar un pensamiento positivo y una actitud optimista. La pregunta es ¿el optimista nace o se hace? El optimismo es un hábito de pensamiento positivo, por lo que puede desarrollarse con la práctica continuada. Es una cualidad de la inteligencia emocional que se puede aprender, y que el entorno puede favorecer o inhibir.

Es cierto que algunas personas tienen desde niños esta tendencia a ser positivos, y si además su entorno familiar reforzó esa actitud optimista pues lo tendrá más fácil. Para los que no haya sido así, hay esperanza. Aunque tu tendencia inicial ante las situaciones y la vida en general sea pesimista o poco optimista, puedes cambiarla. Sólo necesitas quererlo, poner en práctica ciertas estrategias, y ser perseverante en ello. La recompensa merece la pena: más ilusión, más energía, mas rendimiento, mejor salud, mejores relaciones y más serenidad.

Martin Seligman, uno de los padres de la Psicología Positiva, se define asimismo en su libro «La Auténtica Felicidad«, como un pesimista recalcitrante, que ha llegado a aprender a ser optimista poniendo en práctica distintos métodos y técnicas sobre los que ha escrito.

Uno de esos métodos es el ACCRR, que se basa en detectar el pensamiento pesimista cuando hace su aparición, y luego rebatirlo con argumentos, como si estuviéramos discutiendo con otra persona algo que ha dicho de nosotros que consideramos equivocado, erróneo o desacertado, dándole todo tipo de razones y pruebas. El proceso de rebatir a nuestro yo pesimista pasa por las siguientes etapas, que explicó con un ejemplo:

ADVERSIDAD: Este mes he vendido menos que el anterior.

CREENCIAS: La cosa pinta mal, esto es un indicio de que está cambiando la situación, las ventas van a seguir bajando y no voy a poder hacer frente a los gastos que tengo. Las cosas siempre se tuercen.

Las creencias no son la realidad, son supuestos que yo construyo en base a experiencias pasadas, habitualmente negativas. Como son ideas propias nos cuesta mucho mas rebatirlas, pues supondría llevarnos la contraria y tener que admitir que a lo mejor nos equivocamos.

CONSECUENCIAS: Me pongo nervioso, me entra el miedo a perderlo todo, a no poder pagar. Empiezo a tomar decisiones bajo esa sensación y creencia. No invierto y me quedo obsoleto, no salgo a ver nuevas tendencias, oportunidades, recorto gastos y pierdo en calidad, etc, etc.

REBATIMIENTO: Aquí llega el momento de la verdad, se trata de discutirnos a nosotros mismos, de comprobar con hechos concretos, demostrables y cuantificables la veracidad de nuestras creencias.

Amplía tu foco para aprender a ser optimista

Amplía tu foco para aprender a ser optimista

1.- Busca las evidencias que demuestran tu creencia o idea negativa. Pregúntate ¿cuáles son las pruebas que apoyan la creencia? ¿Qué pruebas tengo de que las ventas van a seguir bajando? ¿En el pasado hubo algún mes en el que bajarán? ¿Y qué paso después?  ¿Cuantos meses han bajado y cuantos han permanecido estables o se han incrementado? ¿Cuanto han bajado? ¿Qué supone esto exactamente con respecto a los gastos? Piensa que tienes que convencer a un juez con pruebas, de que lo que dices es cierto.

Pero no te quedes solo ahí, busca también pruebas de que tus creencias no son ciertas. Esto suele costarnos más, así que si es necesario las primeras veces pídele a alguien que te ayude con ello. Las preguntas que utilizamos en el Coaching son una muy buena herramienta para ello. No se trata de que te lo digan, se trata de que te ayuden a descubrirlo.

2.- Analiza todas las causas que han podido influir en la situación adversa. Busca con especial interés las que son modificables, las concretas de esa situación, y las que no son personales. El descenso de las ventas puede haberse debido a la promoción de un producto que no ha sido bien recibido por el público (esto es algo que se puede modificar). O quizás a que ese mes he dedicado menos tiempo a la comercialización porque asistí a una feria 5 días (esto es algo concreto y puntual que no ocurre todos los meses). También puede explicarse porque abrieron un negocio similar en la misma calle (no es un hecho causado por tu persona).

Se trata de buscar explicaciones alternativas a la creencia o idea negativa.

3.- Si la creencia es cierta, pregúntate que implicaciones tiene, que probabilidades hay de que ocurra lo peor. Vuelve a buscar evidencias de las implicaciones y de las probabilidades de que ocurran, y también de lo contrario.

¿Qué las ventas sigan bajando implica realmente no poder hacer frente  a los pagos? ¿Hasta cuándo es probable que bajen y cuanto? ¿Qué supone eso realmente a nivel de pagos? ¿Hay algo que lo pueda compensar?

4.- Pregúntate ¿qué beneficio o utilidad tiene aferrarte a tu creencia? ¿Evita que tomes decisiones o pongas en marcha acciones para contrarrestar la situación?, porque total para que, si las ventas van a bajar y no voy a poder hacer nada para que aumenten. Te permite compadecerte de tu mala suerte y obtener la compasión de los demás? ¿Supone seguir en tu zona de confort y no arriesgarse a realizar cambios?

5.- Si logras deshacerte de ese beneficio, y ver el perjuicio que realmente te causa mantener esas creencias, hazte estas preguntas:

-¿se puede cambiar la situación? ¿Puedo mantener o aumentar las ventas?

– ¿qué puedo hacer para cambiarla? 

-¿cuándo voy a empezar?

REVITALIZACION: Llegados al final del proceso te sentirás mejor porque estarás pensando en términos de soluciones, futuro y hechos ciertos, en vez de en problemas, pasado y suposiciones. Quizás se te escape hasta una sonrisa pensando en lo trágico que te has puesto. Seguro tendrás ganas de ponerte en marcha e intentar cosas nuevas.

La diferencia entre un optimista y un pesimista es que el primero los acontecimientos positivos los ve como algo habitual resultado de sus acciones y los negativos como algo puntual que no es personal. En el pesimista ocurre todo lo contrario. ¿Cuál quieres ser tú?

Te invito a poner en práctica este método durante los próximos 20 días, cada vez que te asalte un pensamiento pesimista. Registra todo el proceso por escrito cada vez, y comprueba los resultados.

«Nunca una noche ha vencido al amanecer, y nunca un problema ha vencido a la esperanza» Bern Williams

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