«Cada palabra es una extraña isla
varias palabras son un archipielago
uno flota entre ellas y las piensa
y también las asume como propias
cada palabra viene con presagios
y con algún enigma entre sus letras
y por supuesto marcas indelebles
de los que alguna vez la pronunciaron
cada palabra pasa entre silencios
repartiendo demandas inocentes
dispuestas a colgarse en los oídos
de los protagonistas del paisaje
cada palabra viene con la historia
que le otorgó matices y sentido
sílaba a sílaba y bien ordenadas
con el acento donde corresponde
es una isla es claro es una isla
aquí me quedaré no se hasta cuado
y mientras tanto solo dejaré
que me acompañe la melancolía.»
Mario Benedetti
Somos guardianes de palabras, pues con ellas podemos crear islas, archipiélagos, territorios, realidades y mundos. Somos guardianes de palabras porque somos responsables de las que decimos y las que no decimos, y del mundo que estamos creando con ello.
Somos guardianes de palabras, de un inmenso mar de palabras que lanzamos al mundo para poder vivir en él, para poder estar con otros, para poder crear con otros. En cada palabra que pronunciamos dejamos una huella, de nosotros depende la palabra que elegimos, el momento para decirla, la persona a la que va dirigida, la forma de unirla a otros palabras. De nosotros depende la huella que dejamos.
Todos somos guardianes de palabras y debemos ejercer este rol con consciencia y responsabilidad, y especialmente, los que nos dedicamos a trabajar con el lenguaje para acompañar a las personas en sus procesos de transformación y desarrollo, los que utilizamos la conversación como herramienta de aprendizaje, y los que facilitamos la creación de islas de palabras para que otros puedan conquistar sus sueños.
Con cada palabra que pronunciamos ejercemos o cedemos nuestro poder. No es lo mismo decir que el Coaching me ha cambiado la vida, que decir, yo he cambiado mi vida a través del coaching. Lo primero supone otorgarle al coaching un poder, que no solo no le corresponde, sino que arrebata el poder a sus verdaderos propietarios: las personas. Cuando decimos el coaching me ha cambiado la vida, o un coach (el que sea) me ha cambiado la vida, o con el coaching todos seremos más felices, nos estamos desapropiando de nuestro logró y de nuestro poder, y lo que es peor estamos otorgando el poder a otros, me da igual que sea el coaching, los coach, o quien sea. El poder de cambiar la vida que queremos llevar es solo nuestro, no debemos cederlo, ni regalarlo, debemos ejercerlo y reconocernoslo.
Miriam Ortiz de Zarate en su libro «No es lo mismo» nos habla del poder de las palabras: “el lenguaje nos proporciona la capacidad de distinguir aquello que nombramos”, “cuando distinguimos algo nuevo, adquirimos un aprendizaje que amplía nuestra mirada y que, por tanto, modifica nuestra capacidad de acción”, “sólo somos capaces de observar aquello que podemos distinguir o separar en el lenguaje como algo diferente”. Lo que se nombra tiene poder, posibilidad, lo que no se nombra no. Si el coaching te cambia la vida, el poder lo tienen el coaching, y nuestra capacidad de acción no se ve ampliada, porque para cambiar siempre necesitaremos al coaching. Ahora bien, si el coaching me ha ayudado a cambiar mi vida, la perspectiva es muy distinta, puesto que yo he aprendido a como realizar cambios en mi vida, y como ya se hacerlo, puedo hacerlo en el futuro sólo, porque lo he aprendido a través de un proceso de coaching,
Las palabras tienen el poder de describir la realidad y de transmitir nuestras emociones, de informar, de comunicar, de enseñarnos, de conectar, de despertar, de crear. El poder de las palabras es tan poderoso que pueden transformar la forma en la que percibimos la realidad, pueden emocionarnos, inspirarnos, descubrir matices que estaban ocultos. Lamentablemente también pueden socavar nuestra confianza, herirnos y herir, maltratarnos, encerrarnos, limitarnos. Por eso, debemos tener cuidado en la elección de las palabras, en conocer bien su significado y su sentido, en emplearlas adecuadamente, en tener en cuenta no solo el mensaje consciente que pueden transmitir, sino tambien el mensaje inconsciente. Las palabras pueden abrir nuevas opciones y favorecer que una nueva realidad emerja.
Cada vez que vayas a pronunciar una palabra, piensa si es para dar poder o para quitarlo, piensa si vas a aportar claridad o confusión, piensa si estas ayudando con ella al otro, o estas curando tus propias heridas, piensa si engrandeces o empequeñeces, piensa si creas o destruyes, si amplias o reduces. Piensa en cada palabra que haces tuya porque detrás de cada una de ellas hay un ejercicio de amor por uno mismo y por los otros.
De palabras, poder y amor hable hace unos días en el Evento «Gracias Coaching», si quieres disfrutar de mi presentación en prezi, puedes visualizarla aquí.